Extractos de la charla
| por Ricardo Bada |
Fortino Mario Alfonso Moreno Reyes (tal era su nombre completo) vino al mundo en el barrio Santa María la Redonda, de Ciudad de México, el sábado 12 de agosto de 1911, siendo el sexto hijo de una familia de doce hermanos. Una familia modesta –“humilde”, la llamaba el propio Cantinflas–, la cual, modesta y todo, viviendo más luego en el barrio de Tepito, quiso costearle la carrera de Medicina. Lo sabemos por uno de los poquísimos testimonios autobiográficos suyos, donde cuenta que muy pronto abandonó la Facultad para dedicarse a trabajar como humorista en las carpas, los teatros populares de la capital mexicana. Antes de eso, y según otras fuentes, hubo un intento fallido de entrar a los Estados Unidos, se hizo boxeador para ganarse la vida, y a principios de 1928 se alistó en el ejército como soldado de infantería con estudios de mecanógrafo, pero el 23 de mayo su padre solicitó su baja, demostrando que Mario tenía 16 años y no los adultos 21 que había declarado falsamente a fin de que lo admitieran.
En las carpas, los pequeños y casi improvisados teatros populares de la ciudad que no era la megalópolis en que se ha convertido, Mario Moreno comienza a destacar como humorista, y hay un momento en que se produce su segundo nacimiento, ahora como Cantinflas. Al respecto hay dos etimologías que se disputan el honor de ese apodo. Una de ellas arguye que un espectador le había gritado “¡Cuánto inflas!”, exasperado por uno de los monólogos que al final llegarían a ser su marca registrada. La otra es una variante, y el espectador le habría gritado “¡En la cantina inflas!”, insinuando que el humorista estaba pasado de copas. Por su parte, el propio Cantinflas nos dejó narrado cómo fue que nació su personaje: «Una vez sentí repentinamente “pánico escénico”. Momentáneamente Mario Moreno se quedó paralizado. Y, de pronto, Cantinflas se hizo cargo de la situación. Y comenzó a hablar, desesperadamente balbuceó palabras y más palabras. Palabras y frases sin sentido. Tonterías. ¡Cualquier cosa para defenderse de los ataques y salir de aquella bochornosa situación! Los espectadores se quedaron silenciosos, aturdidos, sin poder entender sus palabras. Luego empezaron a reír. Comenzaron con risas suaves y de repente rieron con ganas. Así, supe que había triunfado. Y en ese momento ¡nació Cantinflas!»
… Son dos homosexuales militantes, Salvador Novo y Carlos Monsivais, los primeros valedores y exégetas de la obra del humorista surgido de las carpas. Y en efecto, en muchas de sus películas, Cantinflas cuestiona el machismo desde dentro, llegando al extremo de incluir una escena de travestismo en El signo de la muerte, y este es un aspecto del que (al menos fuera de México, y que yo sepa) se habla bastante poco: pero creo que es un elemento muy remarcable, porque no les descubro el mediterráneo si les digo que México lindo y querido se cuenta entre los países más machistas del mundo.
Y completado de este modo el retrato robot de la persona, entremos a hablar de su personaje.
Su primer largometraje como Cantinflas, en el personaje que conquistó el imaginario popular, es de 1940 y se titula ¡Ahí está el detalle! El título, además, es otra de las contribuciones de Cantinflas al acervo del idioma, hasta el punto de que el título del ensayo de Monsivais (“Ahí estuvo el detalle”) casi debe considerarse un réquiem. Y hay otro ensayo suyo, «Ahí está el detalle»: el habla y el cine de México, sobre el cual no puedo extenderme acá, pero sí quiero citar su espléndida frase inicial: «En su carta a Bill Clinton, Antonio de Nebrija decía que la tecnología “es el arma del imperio”, y creo que Nebrija, una vez más, tenía razón».
Sea como fuere, entre 1940 y 1981, en que está fechada su última película, El barrendero, Cantinflas no deja de producir un promedio aproximado de una película por año, y ese corpus cinematográfico es absolutamente impar dentro de la historia del séptimo arte en nuestro idioma. Y la gama de personajes que interpretó es como un abanico que abarca la mayoría de los oficios más humildes y algunos no tan humildes de la actividad humana: boxeador, ruletero, gendarme, torero, mosquetero, adulto analfabeto, zapatero, mozo de hotel, aviador, prófugo de la Justicia, asistente de un científico, portero, pistolero, peluquero, bombero, diputado, sastre, fotógrafo, limpiaventanas, cartero, agente secreto, limpiabotas, ascensorista, extra de cine, cura de barrio, embajador, médico, boticario, abogado, profesor, conserje, burócrata, evangelista
y barrendero, además de mayordomo de Phileas Fogg en La vuelta al mundo en 80 días.
… El problema básico para entender las películas de Cantinflas desde mi perspectiva actual es que me temo que no sean cine, sino fotografía. Fotografía animada y enriquecida por el sonido, pero fotografía. Y la fotografía no sobrevive en el cine sino como fotograma, como carteles, como prospectos. Así, uno de los mejores críticos cinematográficos de América Latina, el mexicano Luis Tovar, a quien consulté varias veces mientras redactaba este texto, y a quien le expuse mi sospecha de que una de las causas del envejecimiento y acartonamiento de las pelis de Cantinflas es estructural, o sea, se debe a lo flojo de los guiones, corroboró mi sospecha. Pero no contento con esta corroboración de mi sospecha, consulté con varias amistades en América Latina, donde sé que los ciclos de películas de Cantinflas son una programación casi tan fija, por lo menos una vez al año, como la transmisión de Dinner For One en los canales de la TV alemana la noche de Año Viejo. Y para mi gran sorpresa me encontré con que Cantinflas era adorado, literalmente adorado, no sólo por gente de mi generación, sino por personas que incluso habían nacido después de que rodase su último film, El barrendero.
Sin embargo lo que más me interesa es resaltar su incorrección política un tanto quijotesca pero cuyo mensaje, políticamente no es que sea de derecha, es que le hace el juego a la derecha: seamos decentes y el mundo marchará mejor. Pero por desgracia sabemos de sobra que eso no es así.
Yo me aventuro a pensar, resumiendo, que la razón de que Cantinflas siga teniendo un gran predicamento entre los públicos latinoamericanos se debe en gran parte a la condición humilde de los papeles que desempeñó en el cine y cuya lista les hice al comienzo de esta charla. Y a esa asombrosa síntesis de Don Quijote y Sancho Panza que lograba componer en cada papel, de una manera inequívocamente suya, propia, personalísima. Y desde luego a esa verborragia, también inequívocamente suya, propia, personalísima, ya sea que no la entendamos porque nos quedamos como hipnotizados acústicamente por el flujo de sinsentidos, ya sea que sí se la entienda de un modo subliminal, como protesta contra el lenguaje “educado”. Y puesto que estamos en ello, no quisiera terminar sin aludir al hecho de que el sinsentido tiene una tradición también culta en América Latina, según pude descubrir en el transcurso de la larga y fructífera investigación de materiales sobre Cantinflas, sus películas y su lenguaje.